Los hábitos y el
estilo de vida, que se suman a la predisposición genética como en una ecuación
aumentan significativamente el riesgo de padecer HTA. Hoy se sabe que los
hábitos “construyen” al organismo e influyen en su funcionamiento casi tanto o
más como el propio ADN. Por lo tanto no es casual que la hipertensión
arterial, que es la principal causa de enfermedad y
muerte en el mundo según la Organización Mundial de la Salud (OMS), esté tan estrechamente ligada a los
hábitos de consumo, y que las estrategias que la comunidad
médica y sanitaria están implementando para reducir su enorme incidencia estén
relacionadas con la promoción de un cambio en los hábitos de vida:
* Consumir menos sal
* Evitar el sedentarismo
* Realizar actividad física
* Reducir el consumo de grasas,
panificados y azúcares reemplazándolos en lo posible por frutas y verduras
* Mantener controlado
el peso
* Estar siempre atentos a los
valores de presión arterial, que no deben superar los 140/90 mmHg
Otros hábitos también tienen
incidencia directa en la presión arterial (y por lo tanto en la salud
cardiovascular, renal y mental, ya que la HTA también es la principal causa de
demencias y pérdida prematura de las capacidades cognitivas), pero su papel no
parece estar tan claro entre la población y entre los médicos de atención
primaria, que tienen un rol central en el control de la presión de sus
pacientes y en la promoción de estilo de vida más acordes con la reducción de
los factores de riesgo.
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